A plena luz del día una estrella muy brillante a la que llamaron
“ie-pelu-tolo”: la estrella de la décima luna. Este objeto estaba
cubierto por una luz muy rojiza que ellos relacionaron con la sangre.
Luego de esta gran estrella salió una segunda que giraba sobre si misma,
tenía gran tamaño y emitía un ruido ensordecedor. Lo curioso es que al
llegar a tierra, esta estrella ya no tenía forma circular, si no que
parecía una gran cesta o pirámide de base cuadrada, y en cada una de sus
caras se abría una escalera de seis peldaños. Su color cambiaba de rojo
a blanco brillante. La gente –según narran los dogones- salió corriendo
ya que el aterrizaje de esa “arca” había generado mucho temor en ellos.
MERODEAN CERCA DE LA ALDEA
Según se desprendía de las palabras de Ogotemmeli, los Nommos, los enigmáticos dioses anfibios, aún merodeaban por los alrededores de la aldea, e incluso en algunas lagunas sagradas se les veía entrar o salir con cierta frecuencia…
Si hemos de hacer caso a la tradición dogón, en los siglos XI ó XII los Nommos descendieron desde los cielos a bordo de un arca que «retumbó como una tormenta al bajar». Según la descripción facilitada por el anciano Ogotemmeli, el arca era parecida a una cesta de mimbre de 10 codos de altura, 20 de ancho en su parte inferior y 8 en la superior. Tenía cuatro caras y diez peldaños en cada una de ellas. En el sexto peldaño de este objeto había una puerta con ocho compartimentos de dos pisos de altura.
En su obra El Zorro Pálido (1965), los antropólogos Marcel Griaule y Germaine Dieterlen incluyen la descripción exacta que ofrecieron los ancianos respecto al aterrizaje del arca. Indudablemente recuerda demasiado al descenso de una nave espacial. «El arca aterrizó en la seca tierra del Zorro –leemos en la obra de Griaule y Dieterlen– y desplazó un montón de polvo que levantó el torbellino que había causado. (…) La violencia del impacto puso la tierra áspera. (…) El arca resbaló sobre el suelo. (…) Es como una llama que brotó cuando tocó la Tierra. El Nommo era tan rojo como el fuego. (…) Cuando aterrizó se volvió blanco».
En su libro El misterio de Sirio, el famoso investigador Robert Temple escribe: «Las descripciones del aterrizaje del arca son extremadamente precisas. Se dice que lo hizo en la tierra al noroeste del país de los dogones, que es de donde ellos dicen proceder y que está, naturalmente, en dirección a Egipto y el Medio Oriente en general».
Temple también publica en su obra que los ancianos se referían a otro desconcertante asunto: «Después de que el arca tomara tierra, (…) algo descrito como un 'caballo' o simplemente como 'cuadrúpedo', tiró del arca con sogas hasta una depresión. A renglón seguido, la depresión se llenó de agua». También Griaule y Dieterlen ofrecen su versión del aterrizaje: «El gran arca salió del cielo y descendió. En el centro estaba Nommo, que bajó. Entonces regresó al agua. (…) Desde entonces se lo llamo O´Nommo, 'el Nommo del estanque'. Por respeto, los hombres no pronuncian este nombre, sino que en su lugar lo llaman d´í tigi, 'dueño del agua'». Los sabios dogones también comentaron a los antropólogos que antes de la irrupción del arca, una estrella de brillantes rayos rojos «como la sangre», apareció en el cielo y, pasado el tiempo, acabó llevándose a los Nommos. A este respecto, Temple escribió lo siguiente: «Los dogones parecen distinguir claramente entre el arca con la que aterrizaron los Nommos y lo que podemos suponer que era la autentica nave interestelar suspendida a gran altura, que los dogones dicen que apareció en el cielo como una nueva estrella y acabó marchándose con los Nommos cuando éstos se fueron de la Tierra». Pero ¿cómo eran estos dioses estelares?...
Los Nommos también son designados por los dogones como los «Señores del Agua», los «Instructores» o los «Monitores». Siguiendo los trabajos del antropólogo francés, podemos reconstruir el aspecto de estos dioses, que muchos investigadores creen que pueden reflejar una realidad más allá de los mitos.
NOMMOS |
Según pudo averiguar Griaule, eran seres anfibios que tanto podían permanecer dentro de las lagunas largos periodos de tiempo como en el exterior caminando entre los humanos.
A continuación algunos de los datos facilitados por los ancianos al antropólogo, que éste recopiló en su obra Dios del Agua (1966): «Eran de color verde, en forma de persona y serpiente. De la cabeza hasta la cintura eran como las personas, el resto de serpiente. Tenían los ojos rojos, hendidos como los de los hombres, y la lengua bífida como las de los reptiles. Los brazos flexibles no presentaban articulaciones. Todo su cuerpo era liso, resbaladizo como la superficie del agua, cubierto de pelos cortos y verdes. (…) No tenían pabellones, sino únicamente orificios auditivos; sus manos les servían de orejas para oír. (…) Sus manos eran palmeadas. (…) Su cuello tenía arrugas (…) paralelas en la sien a cada lado (…) y aletas en la nariz».
Es curioso señalar que los ancianos le dijeron a Griaule que en las articulaciones de las muñecas, los Nommos poseían huesos circulares, añadiendo que «sus brazos eran flexibles aunque tuvieran largos huesos continuos». Se trata de una interesante información que podría tener relación con las mitologías de otras culturas que también aluden a la presencia de entidades sobrenaturales que descendieron de los cielos.
A continuación algunos de los datos facilitados por los ancianos al antropólogo, que éste recopiló en su obra Dios del Agua (1966): «Eran de color verde, en forma de persona y serpiente. De la cabeza hasta la cintura eran como las personas, el resto de serpiente. Tenían los ojos rojos, hendidos como los de los hombres, y la lengua bífida como las de los reptiles. Los brazos flexibles no presentaban articulaciones. Todo su cuerpo era liso, resbaladizo como la superficie del agua, cubierto de pelos cortos y verdes. (…) No tenían pabellones, sino únicamente orificios auditivos; sus manos les servían de orejas para oír. (…) Sus manos eran palmeadas. (…) Su cuello tenía arrugas (…) paralelas en la sien a cada lado (…) y aletas en la nariz».
Es curioso señalar que los ancianos le dijeron a Griaule que en las articulaciones de las muñecas, los Nommos poseían huesos circulares, añadiendo que «sus brazos eran flexibles aunque tuvieran largos huesos continuos». Se trata de una interesante información que podría tener relación con las mitologías de otras culturas que también aluden a la presencia de entidades sobrenaturales que descendieron de los cielos.
De ie-pelu-tolo habrían bajado ocho Nommos “di-tigi” que poseían cuerpo de pez, aunque algunas tradiciones mencionan algunas características de serpiente. Poseían 40 dientes muy afinados, lo que explica por que antiguamente los dogones se los afilaban. El contacto con estos seres que supuestamente eran sagrados, generó un acercamiento del pueblo dogon, con una gran cantidad de conocimiento del universo, el cuál hasta nuestros días no puede ser explicado de manera racional.
El misterio de la estrella Sirio.
Según la creencia los Nommos habían bajado a la Tierra para culturizar al pueblo, ayudándolos y enseñándoles técnicas para cultivar la sabana, para pescar, además de preparar cerveza y hacer más simple el brote de frutos de los árboles. Sin embargo hay informaciones que presentan a los Nommos como asesinos y no como maestros de buena voluntad, incluso se cree que fueron cientos los dogones que perecieron por la maldad de esta raza que supuestamente venía del espacio. No obstante es importante tener presente que la narración oral siempre se va tergiversando mediante el paso del tiempo.
Dentro de la información vertida por los Nommos a las tribus dogones, es la existencia de la estrella Sirio, de la cuál ellos provenían. “Sigi Tolo” es el nombre que le daban al cuerpo más brillante del firmamento y según estos seres era la estrella de la fundación. Lo curioso es que no la presentaban sola, ya que aseguraban que era triple, es decir eran tres estrellas alejadas unas de otras. La astronomía en esa época no tenía noción de una segunda estrella en Sirio, y menos de una tercera. Recién en el año 1995 los franceses Diventy y Benest descubrieron un tercer cuerpo en el sistema de Sirio. Según los dogones los hombres peces le hablaron de Sirio B como “po tolo” y le afirmaron que era un estrella pequeña pero de una masa muy pesada llamada “sagala”. Por primera vez, en el año 1.862, el astrónomo americano Alvan Clark logró ver en la estrella de Sirio, que no era sólo una, sino dos estrellas. Con un objetivo de 47 cm. de diámetro pudo distinguir a la que fue conocida desde ese mismo momento como Sirio B.
Hoy se sabe que este cuerpo es una enana blanca muy inferior en tamaño a Sirio y en el que un metro cúbico puede llegar a pesar más de setenta mil toneladas. Luego esta la estrella Sirio C a la que conocen como “emme ya” y sería cuatro veces más liviana que Sirio B, tendría un satélite girando a su alrededor al que llaman “nyan tolo”: la estrella de las mujeres. Su órbita es de 50 años, lo que coincide con la fiesta del “Sigui”, la que se celebra para recordar la llegada de los dioses de Sirio (según la ciencia oficial sus cálculos se estiman en la actualidad en 50,040 años).
A pesar del aislamiento en el que vive este pueblo y la poca cultura que reciben de la civilización, la información que manejan de ciertos temas cósmicos es realmente increíble, sobre todo teniendo en cuenta que los dominan desde hace muchos siglos, lo que sin duda ha puesto en jaque a la ciencia más ortodoxa, la que no se explica como esto es posible, a no ser por la manifestación real de ciertos seres extraterrestres en el pasado hayan contactado a esta cultura africana.
Los dogones sabían de la estructura espiral de la vía láctea, y manifiestan que existen más de mil millones de sistemas solares igual al nuestro en el universo. También conocían hace muchos siglos a Júpiter y sus cuatro satélites interiores, a Saturno y sus anillos. Incluso hablan con mucha autoridad de la Luna, presentándola como un astro muerto a diferencia del Sol que es la manifestación más importante de vida en nuestro sistema. Plantean que nuestro sistema no tiene nueve planetas, si no que once, además de la existencia de un solo Dios omnipresente al cuál llaman “Amma”.
Es necesario destacar que las extrañas arcas y sus características principales, tienen mucha relación con lo que hoy conocemos del fenómeno OVNI, puesto que los cambios de color y las formas utilizadas son parte de los continuos avistamientos de este fenómeno tan llamativo.
Hoy en la actualidad se están realizando importantes investigaciones que llevarían a desentrañar concienzudamente mayores datos relacionados con la presencia de los Nommos en la historia del pueblo dogon, lo que permitiría confirmar que en el pasado hubo manifestación extraterrestre en la Tierra, y no solo con esta tribu africana, si no con otras muchas culturas del mundo.
Dentro de la información vertida por los Nommos a las tribus dogones, es la existencia de la estrella Sirio, de la cuál ellos provenían. “Sigi Tolo” es el nombre que le daban al cuerpo más brillante del firmamento y según estos seres era la estrella de la fundación. Lo curioso es que no la presentaban sola, ya que aseguraban que era triple, es decir eran tres estrellas alejadas unas de otras. La astronomía en esa época no tenía noción de una segunda estrella en Sirio, y menos de una tercera. Recién en el año 1995 los franceses Diventy y Benest descubrieron un tercer cuerpo en el sistema de Sirio. Según los dogones los hombres peces le hablaron de Sirio B como “po tolo” y le afirmaron que era un estrella pequeña pero de una masa muy pesada llamada “sagala”. Por primera vez, en el año 1.862, el astrónomo americano Alvan Clark logró ver en la estrella de Sirio, que no era sólo una, sino dos estrellas. Con un objetivo de 47 cm. de diámetro pudo distinguir a la que fue conocida desde ese mismo momento como Sirio B.
Hoy se sabe que este cuerpo es una enana blanca muy inferior en tamaño a Sirio y en el que un metro cúbico puede llegar a pesar más de setenta mil toneladas. Luego esta la estrella Sirio C a la que conocen como “emme ya” y sería cuatro veces más liviana que Sirio B, tendría un satélite girando a su alrededor al que llaman “nyan tolo”: la estrella de las mujeres. Su órbita es de 50 años, lo que coincide con la fiesta del “Sigui”, la que se celebra para recordar la llegada de los dioses de Sirio (según la ciencia oficial sus cálculos se estiman en la actualidad en 50,040 años).
A pesar del aislamiento en el que vive este pueblo y la poca cultura que reciben de la civilización, la información que manejan de ciertos temas cósmicos es realmente increíble, sobre todo teniendo en cuenta que los dominan desde hace muchos siglos, lo que sin duda ha puesto en jaque a la ciencia más ortodoxa, la que no se explica como esto es posible, a no ser por la manifestación real de ciertos seres extraterrestres en el pasado hayan contactado a esta cultura africana.
Los dogones sabían de la estructura espiral de la vía láctea, y manifiestan que existen más de mil millones de sistemas solares igual al nuestro en el universo. También conocían hace muchos siglos a Júpiter y sus cuatro satélites interiores, a Saturno y sus anillos. Incluso hablan con mucha autoridad de la Luna, presentándola como un astro muerto a diferencia del Sol que es la manifestación más importante de vida en nuestro sistema. Plantean que nuestro sistema no tiene nueve planetas, si no que once, además de la existencia de un solo Dios omnipresente al cuál llaman “Amma”.
Es necesario destacar que las extrañas arcas y sus características principales, tienen mucha relación con lo que hoy conocemos del fenómeno OVNI, puesto que los cambios de color y las formas utilizadas son parte de los continuos avistamientos de este fenómeno tan llamativo.
Hoy en la actualidad se están realizando importantes investigaciones que llevarían a desentrañar concienzudamente mayores datos relacionados con la presencia de los Nommos en la historia del pueblo dogon, lo que permitiría confirmar que en el pasado hubo manifestación extraterrestre en la Tierra, y no solo con esta tribu africana, si no con otras muchas culturas del mundo.
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