Siempre hay algo desconocido, esperando ser descubierto, y uno de estos secretos del mundo es el macizo (tepuy) Jaua-Sarisariñama en Venezuela.
A 2.300 m de altura en el Parque Nacional Jaua-Sarisariñama, en la Gran Sabana venezolana, existen unas gigantescas cavidades que interrumpen la meseta verde.
Son depresiones circulares en la piedra de 350 m de diámetro y unos 350 m de profundidad, una de las últimas regiones del mundo aún casi inexploradas. Las paredes de estos pozos, completamente verticales y por lo tanto insuperables para las criaturas que habitan el fondo del precipicio, han permitido aislar un ecosistema único, habiendo especies de plantas y animales que no se encuentran en ninguna otra parte del planeta.
En la meseta del tepuy Sarisariñama se localizan las mayores simas de colapso hundimiento, formadas en roca arenisca, siendo una de ellas la más voluminosa del mundo y la cuarta en profundidad vertical con 502 metros de diámetro de fondo, en forma acampanada. La profundidad de ésta sima equivale a la altura de un edificio de 140 pisos.
En el interior de las simas los muros de arenisca están casi totalmente desprovistos de vegetación, pero en el fondo, el número de especies endémicas es muy elevado.
Las simas del Sarisariñama constituyen las cavernas más antiguas del mundo, con una flora y una fauna altamente endémica, constituye un fenómeno natural único en el mundo.
El turismo sigue siendo imposible aquí aunque muchos viajeros contratan excursiones aéreas en avioneta o helicóptero para disfrutar de este prodigio natural desde el aire, que por cierto es la mejor manera de disfrutar de él.
Llegar a los agujeros verdes por tierra es otra cosa. Una misión casi imposible, y no solo por las dificultades del terreno, sino también porque para acceder a la región es necesario que tramitar una serie de permisos especiales exclusivos que solo suelen concederse a ciertos equipos de investigadores y naturalistas.
Llegar a los agujeros verdes por tierra es otra cosa. Una misión casi imposible, y no solo por las dificultades del terreno, sino también porque para acceder a la región es necesario que tramitar una serie de permisos especiales exclusivos que solo suelen concederse a ciertos equipos de investigadores y naturalistas.
El ascenso sólo está permitido en algunos Tepuyes, entre los que no está incluído por supuesto, el tepuy de Sarisariñama. Las simas de Sarisariñama fueron exploradas por primera vez en 1974, un reducto imponente del planeta, que por el bien de su conservación lo mejor será verlo por imágenes.
El nombre Sarisariñama tiene su origen en un pueblo indígena de la familia Caribe, los Ye’kwana (también conocidos como Makiritare).
Sarisariñama es el nombre del espíritu maligno de una ave mitológica parecida al ave Dimoshi, que se posaba en uno de los muchos riscos del borde sur esta meseta. Este pájaro, según la creencia de este pueblo, emitía un sonido “sari” mientras devoraba humanos.
Sarisari vendría a ser un nombre repetitivo onomatopéyico. El sufijo -ña significa lugar y -ma indica un hogar o casa.
El nombre completo en el lenguaje indígena, Sarisariñama-jidi, que significa «lugar montañoso donde el Dimoshi acecha y come humanos».
El nombre Sarisariñama tiene su origen en un pueblo indígena de la familia Caribe, los Ye’kwana (también conocidos como Makiritare).
Sarisariñama es el nombre del espíritu maligno de una ave mitológica parecida al ave Dimoshi, que se posaba en uno de los muchos riscos del borde sur esta meseta. Este pájaro, según la creencia de este pueblo, emitía un sonido “sari” mientras devoraba humanos.
Sarisari vendría a ser un nombre repetitivo onomatopéyico. El sufijo -ña significa lugar y -ma indica un hogar o casa.
El nombre completo en el lenguaje indígena, Sarisariñama-jidi, que significa «lugar montañoso donde el Dimoshi acecha y come humanos».
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