La Llorona. Códice Florentino, lib. XII, f. 2v. |
Se cuenta que La Llorona es una mujer que deambula por las calles de la Ciudad de México en busca de sus hijos, a los que ella misma asesinó, enloquecida, durante una noche. Dicen que aparece en lugares por donde alguna vez pasó un río. También se dice que es una mujer muy bella vestida de blanco. Otros mencionan que sólo se alcanza a ver su silueta, que flota. En lo único que coinciden es que siempre que se deja ver se escucha un largo y aterrador grito: ¡Ay, mis hijos!
Tonantzin Guadalupe: la fusión de dos religiones |
Sobre el origen de esta leyenda hay varias versiones:
Una versión muy antigua prehispánica ligada a Cihuacóatl, la diosa de la tierra –Coatlicue–, la fertilidad y de los partos – Quilaztli– y la mujer guerrera –Yaocíhuatl– y madre –Tonantzin–. Se dice que esta mitad mujer y mitad serpiente emergía de las aguas del lago de Texcoco para llorar a sus hijos –los aztecas– en el sexto presagio de la devastación de la cultura mexica a manos de los conquistadores españoles.
El conocido relato de la Llorona tiene su origen, en efecto, en el mundo prehispánico. Relata fray Diego Durán que en los días postreros de su reinado, Moctezuma II andaba pesaroso por una serie de pronósticos que se referían al fin de su mandato. Pidió que se le dijese acerca de sueños y apariciones, y: “Lo mismo encomendó a todos los que tienen por costumbre de andar de noche, y que si topasen a aquella mujer que dicen que anda de noche llorando y gimiendo, que le pregunten qué es lo que llora y gime…” (Durán, 1951, I, p. 525).
La leyenda también le fue transmitida a fray Bernardino de Sahagún por sus informantes indígenas, y además podemos leerla en la Historia de Tlaxcala de Diego Muñoz Camargo. Está asociada a los famosos presagios funestos que se supone sucedieron antes de la conquista española y que vaticinaban el final del imperio mexica de Tenochtitlan. Esos presagios eran: una llama que aparecía en la noche, diez años antes de la conquista, y que provocaba desasosiego en la gente; el templo de Huitzilopochtli ardió sin que hubiera mano de por medio y mientras más agua le echaban para apagarlo, más se enardecía el fuego; un rayo cayó en el templo de Xiuhtecutli, sin que se escuchara trueno alguno; un fuego salió por el poniente y se dividió en tres partes, lo que provocó mucho alboroto; el agua del lago hirvió y anegó las casas; el sexto presagio –que nos interesa particularmente– fue el de una mujer que recorría las calles dando gritos lastimeros; otro más fue la captura de una especie de grulla con un espejo en la cabeza, en el que se podía ver una serie de acontecimientos y, finalmente, la aparición de personas deformes con un solo cuerpo y dos cabezas que luego desaparecían.
¿Cómo relata Sahagún lo referente a la mujer que salía en las noches? Dice así el franciscano (Sahagún, 1956,IV, p. 82):
…muchas veces se oía: una mujer lloraba; iba gritando por la noche; andaba dando grandes gritos:
–¡Hijitos míos, pues ya tenemos que irnos lejos!
Y a veces decía:
–Hijitos míos ¿a dónde os llevaré?
El mismo fraile la nombra Cihuacóatl (mujer serpiente) o Tonantzin (nuestra madre) y apunta: “Decían que de noche voceaba y bramaba en el aire…” (Sahagún, 1956, I, p. 46).
Agrega la narración que la mujer portaba una cuna que ponía en el mercado y allí la abandonaba. Cuando las mujeres iban a ver qué había dentro de la cuna, sólo encontraban un cuchillo de pedernal de los que se usaban para el sacrificio.
Por su parte, Muñoz Camargo (1982) relata así el acontecimiento:
El sexto prodigio y señal fue que muchas veces y muchas noches, se oía una voz de mujer que a grandes voces lloraba y decía, anegándose con mucho llanto y grandes sollozos y suspiros:
–¡Oh hijos míos! Del todo nos vamos ya a perder.
E otras veces decía:
–¡Oh hijos míos!, ¿a dónde os podré llevar y esconder?
Una versión muy antigua prehispánica ligada a Cihuacóatl, la diosa de la tierra –Coatlicue–, la fertilidad y de los partos – Quilaztli– y la mujer guerrera –Yaocíhuatl– y madre –Tonantzin–. Se dice que esta mitad mujer y mitad serpiente emergía de las aguas del lago de Texcoco para llorar a sus hijos –los aztecas– en el sexto presagio de la devastación de la cultura mexica a manos de los conquistadores españoles.
El conocido relato de la Llorona tiene su origen, en efecto, en el mundo prehispánico. Relata fray Diego Durán que en los días postreros de su reinado, Moctezuma II andaba pesaroso por una serie de pronósticos que se referían al fin de su mandato. Pidió que se le dijese acerca de sueños y apariciones, y: “Lo mismo encomendó a todos los que tienen por costumbre de andar de noche, y que si topasen a aquella mujer que dicen que anda de noche llorando y gimiendo, que le pregunten qué es lo que llora y gime…” (Durán, 1951, I, p. 525).
La leyenda también le fue transmitida a fray Bernardino de Sahagún por sus informantes indígenas, y además podemos leerla en la Historia de Tlaxcala de Diego Muñoz Camargo. Está asociada a los famosos presagios funestos que se supone sucedieron antes de la conquista española y que vaticinaban el final del imperio mexica de Tenochtitlan. Esos presagios eran: una llama que aparecía en la noche, diez años antes de la conquista, y que provocaba desasosiego en la gente; el templo de Huitzilopochtli ardió sin que hubiera mano de por medio y mientras más agua le echaban para apagarlo, más se enardecía el fuego; un rayo cayó en el templo de Xiuhtecutli, sin que se escuchara trueno alguno; un fuego salió por el poniente y se dividió en tres partes, lo que provocó mucho alboroto; el agua del lago hirvió y anegó las casas; el sexto presagio –que nos interesa particularmente– fue el de una mujer que recorría las calles dando gritos lastimeros; otro más fue la captura de una especie de grulla con un espejo en la cabeza, en el que se podía ver una serie de acontecimientos y, finalmente, la aparición de personas deformes con un solo cuerpo y dos cabezas que luego desaparecían.
¿Cómo relata Sahagún lo referente a la mujer que salía en las noches? Dice así el franciscano (Sahagún, 1956,IV, p. 82):
…muchas veces se oía: una mujer lloraba; iba gritando por la noche; andaba dando grandes gritos:
–¡Hijitos míos, pues ya tenemos que irnos lejos!
Y a veces decía:
–Hijitos míos ¿a dónde os llevaré?
El mismo fraile la nombra Cihuacóatl (mujer serpiente) o Tonantzin (nuestra madre) y apunta: “Decían que de noche voceaba y bramaba en el aire…” (Sahagún, 1956, I, p. 46).
Agrega la narración que la mujer portaba una cuna que ponía en el mercado y allí la abandonaba. Cuando las mujeres iban a ver qué había dentro de la cuna, sólo encontraban un cuchillo de pedernal de los que se usaban para el sacrificio.
Por su parte, Muñoz Camargo (1982) relata así el acontecimiento:
El sexto prodigio y señal fue que muchas veces y muchas noches, se oía una voz de mujer que a grandes voces lloraba y decía, anegándose con mucho llanto y grandes sollozos y suspiros:
–¡Oh hijos míos! Del todo nos vamos ya a perder.
E otras veces decía:
–¡Oh hijos míos!, ¿a dónde os podré llevar y esconder?
Otra versión es la colonial, la cual se basa en las crónicas de Bernal Díaz del Castillo, quien participó en la conquista del Imperio mexica. Se cuenta que una mujer de origen indígena era amante de un caballero español y, cuando ella le pidió formalizar la relación, él se negó porque pertenecía a la alta sociedad. Este hecho desató la tragedia por la que su alma deambularía en pena.
Cuentan que esa noche la mujer despertó a sus pequeños hijos –un niño y una niña–, tomó un puñal y los llevó al río, el cual se encontraba muy cerca de su casa. Estando ahí, ciega por el coraje, los apuñaló varias veces hasta que los dejó sin vida.
Minutos después reaccionó y, al darse cuenta de lo que había hecho, corrió desesperada por el río y emitió el escalofriante grito por el que la identificamos.
Desde esa noche no se volvió a saber más de ella y se convirtió en mito. Quienes juran haberla escuchado dicen que deambula en las calles y los parques de la Ciudad de México, además de los canales de Xochimilco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario