El aire era cálido y puro; le ayudaría a despejarse un poco. Estuvo caminando
sobre las iluminadas aceras móviles, sumando su andar a los quince kilómetros
por hora de las aceras. De pronto, cayó en la cuenta de que todas las ciudades
del mundo tenían aceras móviles, y todas se desplazaban a quince kilómetros
por hora.
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