En pleno aumento de las temperaturas, exponernos a ambientes con
temperaturas elevadas durante mucho tiempo puede llevarnos a sufrir
las consecuencias del calor en nuestras carnes.
temperaturas elevadas durante mucho tiempo puede llevarnos a sufrir
las consecuencias del calor en nuestras carnes.
Conforme suben las temperaturas, nuestro cuerpo reacciona intentando
adaptarse al calor. Es decir, activa unos determinados mecanismos para
regular el termostato interno y mantener la temperatura dentro de unos
límites aceptables. En el caso de un individuo sano, la temperatura
corporal estándar ronda los 37 grados. Algo que puede ir variando
aproximadamente 1 grado durante el día, dependiendo de factores
como, por ejemplo, el nivel de actividad física realizada.
A medida que suben las temperaturas, nuestro cuerpo empieza a
trabajar para equilibrar la carga de calor. Para ello el primer paso es el
aumento de la frecuencia cardíaca, lo que permite bombear más sangre
hacia la piel y las extremidades. De ahí una mayor producción de sudor,
el mecanismo del cuerpo para enfriarse. De esta manera el cuerpo
empieza a trabajar para evitar el colapso por la subida de las
temperaturas.
¿Pero qué ocurre cuando no somos capaces de hacer frente a tanto
calor? El cuerpo seguirá produciendo sudor para poder enfriarse. A más
sangre destinada a la piel, menos disponible para el resto de funciones
corporales. Músculos, cerebro y otros órganos internos se pueden ver
afectados por una sudoración prolongada. Algo que, en situaciones
extremas, puede dar lugar a enfermedades asociadas con el calor.
Si llegamos al punto en que nuestro cuerpo se ve expuesto a un calor
extremo, llegando a rondar los 40 grados de temperatura interna,
podemos sufrir un golpe de calor. Este se caracteriza por dos
principales síntomas: aumento de la temperatura corporal (hipertermia)
por un lado y afectaciones al sistema nervioso central por el otro. De ahí
que las primeras señales de que nuestro cuerpo colapsa ante el calor
sean una sensación de calor extremo unido a un cuadro de malestar
general.
Algunos de los síntomas característicos de los golpes de calor son
fatiga, debilidad, confusión, dolores de cabeza, náuseas, vómitos,
ansiedad, mareos, taquicardia y somnolencia. En algunos casos, aunque
menos frecuentes, también se produce ictericia (piel amarillenta),
sensibilidad muscular, hipotensión, hemorragias gastrointestinales,
moretones y sangrados de piel. En casos extremos, estos síntomas
pueden desembocar en la pérdida de consciencia (desmayo), un fallo
multiorgánico y la muerte.
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