Hay quienes se dedican simplemente a ver pasar la vida, acomodados donde ningún esfuerzo se les exija; quizás porque creen que de este modo nunca experimentarán dolor o tal vez porque consideran que simplemente viendo todo pasar, logran involucrarse menos y sentirse mejor.
Otros asumen esta opción porque algo les pasó, dividiendo su vida en dos, pero puede suceder que hay quienes de acuerdo a las circunstancias, sienten que ya no hay nada más, se quedan atorados en un determinado tiempo y espacio viendo como la vida se les va y con ella muchas cosas se ha de llevar.
Puede parecer más cómodo estar en el rol del que solo observa, aplaude, critica, se ríe de los demás; ver como otros viven la vida, viendo su vida como ha de pasar…
La vida da un paso en cada segundo que pasa, avanza; camina de la mano del tiempo, a un mismo compás, sin detenerse ni acelerar su andar, cada día que se nos regala, es una nueva oportunidad que la vida nos da y cada quien es responsable del rumbo que tome y decide si prefiere vivir o ver la vida pasar, sin olvidar que es imposible retroceder o echar para atrás.
Y no solo vemos la vida pasar; muchas veces es ella la que es testigo como seguimos de largo,queriendo saltarnos etapas o evadiendo realidades que nos hacen sentir lo que es realmente vivir; quizás porque duele asumir o porque deseamos llegar demasiado pronto al final, para que no se nos haga eterno el existir, porque en ese afán de concluir todo y terminar, somos de los que ve pasar la vida, o la vida nos ve pasar.
Vivir implica más que dejar el corazón latir; exige de nosotros involucrarnos en una razón de ser, hacer y existir; soñar y construir, realizar, crecer y avanzar; aprendiendo a llorar y a reir, a enojarnos de vez en cuando, a tener miedos, a caer y volverse a levantar; todo ello hace parte de reconocer en la vida, el mayor regalo que Dios como prueba de su inmenso amor nos da.
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