lunes, 28 de octubre de 2019

Halloween - Víspera de Todos los Santos

Halloween (contracción del inglés All Hallows' Eve, en español: «Víspera de Todos los Santos»), también conocido como Noche de Brujas o Noche de Víspera de Difuntos, es una celebración moderna resultado del sincretismo originado por la cristianización de la fiesta del fin de verano de origen celta llamada Samhain.
Sus raíces están vinculadas con la conmemoración celta del Samhain y la festividad cristiana del Día de Todos los Santos, celebrada por los católicos el 1 de noviembre para las iglesias católicas de rito latino, y el primer domingo de Pentecostés en la Iglesia ortodoxa y las católicas de rito bizantino. Se trata de un festejo secular, aunque algunos consideran que posee un trasfondo religioso. Los inmigrantes irlandeses transmitieron versiones de la tradición a América del Norte durante la Gran hambruna irlandesa.
Se celebra internacionalmente en la noche del 31 de octubre, sobre todo en la angloesfera, como Canadá, Estados Unidos, Irlanda o Reino Unido, y en menor medida en otros lugares como España e Iberoamérica. A pesar de pertenecer al mundo anglosajón, en Australia y Nueva Zelanda no se observa esta costumbre tanto como en los demás países.
El día se asocia a menudo con los colores naranja, negro y morado y está fuertemente ligado a símbolos como la 'Jack-o'-lantern' . Las actividades típicas de Halloween son el famoso dulce o truco y las fiestas de disfraces, además de las hogueras, la visita de casas encantadas, las bromas, la lectura de historias de miedo y el visionado de películas de terror.
La Conmemoración a los Fieles Difuntos, generalmente llamada Día de Muertos o Día de los Difuntos es una celebración que se realiza el 2 de noviembre complementando al Día de Todos los Santos o dia de los muertos, cuyo objetivo es orar por aquellos fieles que han acabado su vida terrenal y, especialmente, por aquellos que se encuentran aún en estado de purificación en el Purgatorio.
MÉXICO: NOCHE DE LOS MUERTOS
Samhain o Samaín es la festividad de origen celta más importante del período pagano en Europa hasta su conversión al cristianismo, en la que la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre servía como celebración del final de la temporada de cosechas en la cultura celta y era considerada como el Año Nuevo Celta, que comenzaba con la estación oscura. Es tanto una fiesta de transición (el paso de un año a otro) como de apertura al otro mundo. Su etimología es gaélica y significa 'fin del verano'.
¿Truco o trato?
En la actualidad el Samhain continúa celebrándose por los seguidores de movimientos religiosos neopaganos, como la wicca y el druidismo.
CERNUNNOS  El mistico dios del bosque celta y wicca
Los wiccanos conmemoran la muerte del dios y su viaje al Otro Mundo, mientras la diosa llora su muerte. Es la noche en la que los wiccanos recuerdan a sus ancestros y antepasados. Se dice que debido al viaje del dios, las leyes mundanas del tiempo y el espacio están temporalmente suspendidas y la barrera entre los mundos desaparece. Comunicarse con los antepasados y espíritus de fallecidos es fácil para este tiempo. Además se considera Samhain como punto de inflexión y comienzo del año wiccano, el fin del ciclo de la vida, donde todo vuelve a comenzar.
Druida
Sobre la religión de los druidas, no se sabe mucho, pues no hay escritos sobre ella; todo se transmitía oralmente de generación en generación. Sin embargo, sí se sabe que las festividades del Samhain se celebraban muy posiblemente entre el 5 de noviembre y el 7 de noviembre (a la mitad del equinoccio de otoño y el solsticio de invierno) con una serie de festividades que duraban una semana y finalizaban con la fiesta de «los espíritus», y así se iniciaba el año nuevo celta.

Así fue como, en el siglo VII d.C., el papa Bonifacio IV incorporó la antigua tradición celta, que figuraba en el calendario romano y se practicaba en las tierras bretonas, al conjunto de las celebraciones cristianas con el nombre de la víspera del Día de Todos los Santos, en un intento de darle un marco sagrado a la arraigada tradición pagana.

Sin embargo, la celebración de “All Hallows Eve” aún no había dejado de transformarse. Hacia el año 1845, Irlanda experimentó su peor crisis económica y social, en lo que se llamaría más tarde la Gran Hambruna Irlandesa. Millones de irlandeses emigraron a otros países en busca de trabajo, siendo los recientes Estados Unidos de América el principal destino de los exiliados.
Emigrantes en 'La Gran Hambruna' de Irlanda
Los irlandeses llevaron sus tradiciones, y así fue como All Hallows Eve se convirtió en Halloween. Con la intervención norteamericana, la celebración tomó un cariz mucho más pintoresco, cuando no comercial.
Una de las tradiciones más populares en el Halloween actual es el de ahuecar y tallar una calabaza. El origen real de esta tradición era la de hacer un farol llamado Jack-o-lantern surgido del  folklore irlandés del siglo XVIII. Cuenta la leyenda de esta tradición que Jack era un bebedor, jugador y holgazán que pasaba los días tumbados bajo un roble. En una ocasión se le apareció Satanás para llevarlo al infierno; pero Jack le retó a trepar al roble y, cuando el diablo estuvo en la copa del árbol, talló una cruz en el tronco para impedirle descender. Entonces Jack hizo un trato con el diablo: le permitiría bajar si nunca más volvía a tentarlo con el juego o la bebida.
Jack o' lantern
Cuando Jack murió, sin embargo, no pudo entrar en el cielo debido a sus pecados en vida, y tampoco pudo hacerlo en el infierno por haber engañado al diablo. Con el fin de compensarlo, el diablo le entregó una brasa para iluminar su camino en la noche helada por la que debería vagar hasta el día del Juicio Final. La brasa estaba colocada dentro de una cubeta ahuecada que era un nabo, y que tenía que arder por siempre como un farol.
Basandose en esta leyenda los irlandeses solían utilizar nabos para fabricar sus «faroles de Jack», pero cuando los inmigrantes llegaron a Estados Unidos advirtieron que las calabazas eran más abundantes que los nabos.
Y así comenzó la tradición de tallar calabazas para la noche de Halloween y transformarlas en faroles con una vela en su interior. El farol no tenía como objetivo convocar espíritus malignos sino mantenerlos alejados de las personas y de las casas.
En cuanto a la costumbre del «truco o trato» o pedir caramelos de puerta en puerta, surge en 1930 y tiene como origen una práctica que surgió en Europa durante el siglo IX llamada souling, una especie de servicio para las almas. El 2 de noviembre, Día de los Fieles Difuntos, los cristianos primitivos iban de pueblo en pueblo mendigando «pasteles de difuntos» (soul cakes), que eran trozos de pan con pasas de uva. Cuantos más pasteles recibieran los mendigos, mayor sería el número de oraciones que rezarían por el alma de los parientes muertos de sus benefactores

La práctica se trasladó a los  Estados Unidos como un intento de las autoridades por controlar el vandalismo que se producía durante la noche de Halloween. Hacia fines del siglo XIX, algunos sectores de la población consideraban la noche del 31 de octubre como un momento de diversión a costa de los demás, inspirados por la «noche traviesa» (Mischief Night) que formaba parte de la cultura irlandesa y escocesa .y aunque los actos consistían en bromas pesadas como derribar cercos o enjabonar ventanas, acabó derivando en auténticos actos contra personas y animales por no hablar de que tuvo un punto máximo durante la década de 1920 con las masacres perpetradas por los enmascarados del Ku Klux Klan.
Ku Klux Klan (KKK) es el nombre adoptado por varias organizaciones de extrema derecha en los Estados Unidos
Es por ello que los grupos de la comunidad comenzaron a proponer alternativas de diversión familiar para contrarrestar el vandalismo: concursos de calabazas talladas y disfraces o fiestas para niños y adultos.
De este modo, se proponían retomar el espíritu de los primitivos cristianos, y así iban casa por casa disfrazados o con máscaras ofreciendo una sencilla representación o un número musical a cambio de alimento y bebida y luego más adelante, derivó en dulces y caramelos

¿Truco o trato?

martes, 22 de octubre de 2019

¡Os vais a cagar!

Esto es un mensaje para aquellos que trabajan, en servicio a si mismos en las sombras, detrás de la cortina.

Comprad mucho, lo vais a necesitar…


jueves, 17 de octubre de 2019

La inspiración - Las Nueve Musas

La inspiración en la composición artística se asocia a un brote de creatividad. Literalmente, la palabra significa "recibir el aliento", y tiene sus orígenes en el helenismo y la cultura hebrea. Homero y Hesíodo, en las primeras discusiones sobre la naturaleza de la inspiración destacan como importante tanto los aspectos rituales como los orígenes divinos del aliento de un dios. Por ejemplo tanto el oráculo de Delfos, como otras sibilas, recibían el vapor y humos divinos en una caverna dedicada a Apolo antes de realizar una profecía. Por lo tanto, las invocaciones a las musas y otros varios dioses poéticos (en particular, Apolo y Dionisio) son auténticas plegarias en busca de inspiración, para recibir el aliento del dios.
Oráculo de Delfos
Las Musas (μοῦσαι, “mousai”) son, según los escritores de la antigüedad, las inspiradoras de las Artes, susurrando e inspirando a los artistas a lo largo del mundo, ninfas relacionadas con ríos y fuentes. Engendradas por Zeus y Mnemósine, según Hesíodo, o por Urano y Gea, según alguna otra versión como la del poeta Alcmán, son capaces de inspirar toda clase de poesía, así como de narrar a un tiempo el presente, el pasado e incluso el futuro, dadas sus virtudes proféticas.
Apolo y Las Musas
Son compañeras del séquito de Apolo, dios olímpico de la música y patrón de las “bellas artes”. Apolo tuvo romance y descendencia con ellas.


El poeta Hesíodo, considerado el primer filósofo de la Antigua Grecia fue el primero en poner nombre a cada una de las musas: 

Calíope
Calíope (Καλλιόπη, “la de la bella voz”): Musa de la elocuencia, belleza y poesía épica o heroica (canción narrativa).Es la primera de todas en dignidad, la que ocupa un lugar de honor en el cortejo. Representada con una corona de laurel, estilete y portando una lira. Madre de Orfeo.

Clío
Clío (Κλειώ, “la que ofrece gloria”): Musa de la Historia (epopeya). Su función era mantener vivos los actos generosos y los triunfos. Se la representa con una trompeta, pergaminos, un libro abierto y corona de laurel.

Erató
Erató (Ἐρατώ, “la amorosa”): Musa de la poesía lírica-amorosa (canción amatoria). Coronada con rosas, se la representa portando una kithara (instrumento de cuerda perteneciente a la familia de los instrumentos de cuerda pulsada, similar a la lira pero con caja de resonancia).

Euterpe
Euterpe (Εὐτέρπη, “la muy placentera”): Musa de la música, especialmente del arte de tocar la flauta. Se representaba con un aulós (especie de flauta doble), flauta de Pan y coronada de flores.

Melpómene
Melpómene (Μελπομένη, “la melodiosa”): Musa de la tragedia. La tragedia como “difícil arte que despierta el ingenio y la imaginación”. Se representa ricamente vestida y portando una máscara trágica como su principal atributo.

Polimnia
Polimnia (Πολυμνία, “la de muchos himnos”): Musa de los cantos sagrados y la poesía sacra (himnos). Se representaba vestida de blanco (velo) y con uvas.

Talía
Talía (Θάλεια o Θαλία, “la festiva”): Musa de la comedia y de la poesía bucólica. Presidía los banquetes y otras festividades, otorgando dones de abundancia. Se la representaba como una joven risueña coronada de hiedra, con la máscara cómica y un cayado de pastor como atributos.
Terpsícore
Terpsícore (Τερψιχόρη, “la que deleita en la danza”): Musa de la danza y poesía coral. Representada sentada con una lira (principalmente) y guirnaldas.

Urania
Urania (Οὐρανία, “la celestial”): Musa de la astronomía, poesía didáctica y las ciencias exactas. Se la representa portando un globo terráqueo, el cual mide con un compás.

Las Musas son las cantoras divinas que con sus coros e himnos deleitan a Zeus y a los demás dioses en el Olimpo, su morada, bajo la dirección de Apolo. Otras veces descienden a la Tierra, actuando de mediadoras entre lo divino y los seres humanos gracias a la inspiración que transmiten a los poetas, proporcionándoles el conocimiento de lo Eterno.

Hay que destacar el culto que se les rindió en Tracia, concretamente en Pieria, cerca del monte Olimpo (de ahí que en ocasiones reciban el nombre de Piérides) y en Beocia, en las laderas del monte Helicón. En este último lugar es donde cuenta Hesíodo que se le aparecieron y, dándole una vara de laurel a modo de cetro, le encomendaron componer su obra Teogonía.

En el Siglo IV d. C., previo a la Edad Media, y con el abandono del paganismo y el triunfo del (cristianismo), la adoración de la musas, como de todas las deidades, quedaron abandonadas. En una época más tardía se volvió a considerar a las musas (cuyo número se redujo a siete), asociándolas con las llamadas artes liberales.

miércoles, 16 de octubre de 2019

miércoles, 9 de octubre de 2019

Sobre el granizo y los truenos, de Agobardo de Lyon



La lectura de este sorprendente texto del siglo IX, "Sobre el granizo y los truenos" (De grandine et tonitruis; c. 815-817), de Agobardo de Lyon (769-840), publicado por Siruela en su veterana colección de «Lecturas medievales», constituye una magnífica prueba de cómo el devenir de los libros es siempre inescrutable. Un sermón ideado originariamente para combatir una superstición en la que no creo, apoyado en unos argumentos de autoridad que no comparto, nos depara una gratísima lectura que poco tiene que ver con las intenciones de su autor al componerlo. Agobardo, obispo de Lyon entre 816 y 840, fue una destacada figura del Renacimiento Carolingio, autor de una importante colección de textos latinos, epístolas y sermones en su mayoría. Sus obras, pronto olvidadas y luego perdidas, fueron recuperadas casi milagrosamente en 1605 por el humanista Papire Masson, que salvó el manuscrito que las contenía (fuente única del texto que se comenta) cuanto estaba a punto de ser «reciclado» por un encuadernador lionés (presumible fin de muchos manuscritos venerables), dándolo a la estampa ese mismo año en la ciudad de París.
El propósito de "Sobre el granizo y los truenos" no fue otro que combatir una superstición muy extendida en la diócesis lionesa: una fantástica creencia según la cual las tormentas de granizo, tan frecuentes y perjudiciales para la agricultura del territorio, eran provocadas por unos malvados «tempestarios» (immissores tempestatum), que trabajaban a sueldo para los naturales de un fabuloso país denominado Magonia («tierra de magos»).
Magonia
Estos magos extranjeros se aproximaban solapadamente a los cultivos en sus propios barcos, navegando sobre las nubes de tormenta, con el innoble fin de apropiarse de los frutos y granos derribados por el pedrisco.
La redacción de este curioso sermón pudo estar motivada por un hecho puntual, recogido en el propio texto: la presentación ante Agobardo de unos supuestos aeronautas, caídos de las citadas naves, que iban a ser lapidados por los indignados campesinos, y a los que el obispo logró salvar in extremis. Para deslegitimar estas delirantes patrañas, Agobardo se apoya en la autoridad de las Sagradas Escrituras (Éxodo, Salmos, Job, Elías…), componiendo un sermón erudito que incluye una completa antología bíblica de fenómenos meteorológicos adversos: rayos, granizo, lluvias torrenciales, sequías o nieve. El control de estas plagas naturales corresponde a Dios —argumenta Agobardo—, que las utiliza a su criterio para castigar a la humanidad pecadora, ya sea por su propia mano o valiéndose de hombres justos que actúan como intermediarios (como Moisés con las plagas de Egipto). Por tanto, la supuesta habilidad de estos infames tempestarios supondría una apropiación indebida, escandalosamente impropia, de un poder que solo pertenece a Dios, y que Este no podría tolerar en modo alguno. Aunque el argumento de autoridad es la herramienta principal de Agobardo —como corresponde a su época y estatus eclesiástico—, no faltan en su discurso los argumentos racionales, ni dejan de deslizarse en el texto algunas explicaciones de índole natural:
Pues también hay una causa para que ambos se produzcan [el granizo y la nieve], cuando las nubes se elevan más de lo acostumbrado en uno y otro tiempo [verano e invierno respectivamente].

Agobardo asegura además haber emprendido pesquisas personales acerca de la veracidad de los testigos, que siempre terminaron confesándole —apremiados por su autoridad— que nunca habían visto el fenómeno con sus propios ojos. También extiende Agobardo su incredulidad a la figura de los «defensores», hechiceros capaces de mantener apartadas las nubes de tormenta, un servicio por el que cobraban a los campesinos un impuesto denominado «canónico». Como estos pagos eran frecuentemente esgrimidos como excusa para no pagar el diezmo a la Iglesia, no debe extrañarnos mucho que Agobardo combatiera también esta creencia supersticiosa, en la que señala una gravísima falta de fe en Dios. Para finalizar, Agobardo añade a su sermón una breve crónica de la epizootia que castigó al territorio franco en 810, así como un resumen de los graves desórdenes que provocó y de las creencias irracionales con las que el pueblo ignorante pretendía explicar su aparición. Siquiendo quizás el modelo de Virgilio (Bucolica, III), Agobardo pone así un dramático punto final a su discurso




Agobardo predicando contra Magonia. A la izquierda pueden verse, maniatados, dos de los supuestos aeronautas caídos.

San Agobardo -su festividad se celebra el 6 de junio- como dije, ni creía en los tempestarios ni en la existencia de Magonia. El clérigo consideraba tales creencias propias de hombres sumidos en una “gran estupidez”, en una “profunda locura”, y se enfrentó a ellas abiertamente hasta el extremo de salvar la vida de cuatro supuestos tempestarios. Lo cuenta, con más detalle que el propio interesado, el abate Nicolás de Montfaucon de Villars (1635-1673) en sus "Coloquios sobre las ciencias ocultas".

Sucedió un buen día, hace 1.200 años, que los habitantes de Lyon capturaron a tres hombres y una mujer que, según el populacho, habían bajado de un barco volador. Los lugareños estaban convencidos de que se trataba “de magos enviados por Grimoaldo, duque de Benevent, enemigo de Carlomagno, para perder las cosechas de Francia”. Los acusados adujeron en su defensa que eran originarios de la región, pero que habían sido “raptados poco tiempo atrás por hombres milagrosos que les mostraron inauditas maravillas para que volvieran a contarlas”. Sus captores estaban dispuestos a lapidarlos hasta que los presentaron ante Agobardo, y éste medió en la disputa. Tras escuchar a ambas partes, el obispo de Lyon no dio crédito a ninguna. Dictaminó que “no era cierto que esos hombres hubieran bajado de los aires”, como matenían los lugareños, ni lo que los presuntos hechiceros decían haber visto. “El pueblo -concluye Montfaucon de Villars- creyó más a su buen padre Agobardo que a sus propios ojos, se apaciguó, liberó a los cuatro embajadores de los silfos y se acogió con admiración al libro que Agobardo escribió para confirmar la sentencia pronunciada”.

Tres siglos después de la publicación de los Coloquios, un ufólogo francés, Jacques Vallée, rescató la ciudad de las nubes del olvido en su obra "Pasaporte a Magonia" (1969). Según el hombre en quien se inspiró Steven Spielberg para el personaje interpretado por François Truffaut en Encuentros en la tercera fase (1977), “los seres de los ovnis actuales pertenecen al mismo tipo de manifestaciones que se describían en siglos pasados secuestrando humanos y volando a través de los cielos”. Ángeles, demonios, hadas, elfos y extraterrestres serían, en su opinión, diferentes denominaciones de unos mismos entes de otra dimensión que han influido en la historia humana desde hace milenios. “Magonia -sostiene el ufólogo en Dimensions (1988)- constituye una suerte de universo paralelo que coexiste con el nuestro. Se hace visible y tangible sólo a gente elegida, y las puertas que a él conducen son puntos tangenciales conocidos únicamente por los elfos y unos pocos de sus iniciados”.
 
Al igual que otros fracasaron antes en su empeño de demostrar que el Olimpo, el Cielo, el Infierno o el País de las Hadas tenían una base real, Vallée no ha logrado probar la realidad física de Magonia. De lo que no hay duda, sin embargo, es de que existe, aunque no tal como presume el ufólogo francés. Magonia está a nuestro alrededor. En todas partes y en ninguna. Y los tempestarios y las hadas, seres en los que ya casi nadie cree, han sido sustituidos en el imaginario popular por las personas dotadas de poderes extraordinarios y las entidades de otros mundos, sean extraterrestres o espíritus.

Ahí fuera -donde, según Expediente X, está la verdad-, hay individuos que, entre otras muchas habilidades sorprendentes, dicen ver el futuro; sanar graves enfermedades y lesiones mediante la imposición de las manos; estar en contacto con alienígenas; comunicarse con los muertos; doblar metales con el poder de la mente; leer el pensamiento de los demás; diseccionar la personalidad a partir de los rasgos de la escritura, y viajar en espíritu, escapándose del cuerpo. A pesar de que la vida diaria de la mayoría discurre al margen de lo sobrenatural, lo paranormal nos tiene cercados: enigmáticos humanoides habitan las más altas cumbres y la espesura de los bosques; monstruos antediluvianos viven en las aguas de algunos lagos; extraños dibujos aparecen de la noche a la mañana en los sembrados; barcos y aviones se esfuman sin más en ciertas regiones del planeta; estatuas de la divinidad lloran lágrimas de sangre; hay rastros de continentes sumergidos donde, en un pasado remoto, se desarrollaron civilizaciones más avanzadas que la actual; millones de seres humanos han sido secuestrados por los alienígenas que nos visitan a bordo de platillos volantes; la tecnología empleada para erigir las pirámides y otros grandes monumentos del pasado revela que sus constructores o bien tenían conocimientos extraordinarios o bien eran extraterrestres…
 
El misterio nos rodea, y son muchos los ciudadanos de los países desarrollados que se sienten perdidos en ese laberinto de espejos que es Magonia, sin saber qué paredes son reales y cuáles, mera ilusión. Sin estar seguros de si algo es cierto o ha sido deformado, consciente o inconscientemente, por quienes dicen haber visto o vivido maravillas. La culpa de esa desorientación no es únicamente de quienes la sufren, que podrían paliarla si pusieran interés, sino también de quienes deberían guiarles por ese laberinto de supersticiones. Como lamenta Robert L. Park, director de la oficina en Washington de la Sociedad Americana de Física, en su obra Ciencia o vudú (2000), “no es sorprendente que el público tenga problemas a la hora de distinguir entre charlatanes y expertos: no hay nadie que le diga quién es quién”. Porque la mayoría de los científicos prefiere mirar para otro lado.
 

viernes, 13 de septiembre de 2019

El Coloso de Rodas


En el sudeste del mar Egeo, bajo la costa sudoccidental de Turquía, se encuentra la isla más grande del Dodecaneso griego. Su escaso tamaño (1.400 km2 aproximadamente) y su situación estratégica la convirtieron durante siglos en protagonista de todo tipo de avatares, destacando un llamativo y peculiar ir y venir de alianzas. Su nombre, sin embargo, quedó y permanecerá eternamente ligado a un suceso concreto acaecido en el siglo IV a. C. y a un monumento legendario: el Coloso de Rodas.
Si las Pirámides de la meseta de Guiza en Egipto ostentan el privilegio de ser la única de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo que todavía sigue en pie (la mayor parte de su estructura), es precisamente poder verlas y tocarlas (e incluso entrar en su interior) lo que les arrebata el halo de leyenda que sí poseen el resto de obras: los Jardines Colgantes de Babilonia, el Templo de Artemisa en Éfeso, la Estatua de Zeus en Olimpia, el Mausoleo de Halicarnaso, el Faro de Alejandría y nuestro protagonista: el Coloso de Rodas. Precisamente este último es el que ha despertado mayor fascinación y ha llegado hasta nuestros días debatiéndose entre la historia y la leyenda.

Retrocedemos hasta el año 305 a. C. Ptolomeo I se acababa de proclamar primer faraón de la dinastía ptolemaica. Rodas disponía de un gobierno independiente aliado con el nuevo rey de Egipto, lo que le enfrentaba al macedonio Demetrio I (Demetrio Poliorcetes, el asediador de ciudades), sucesor de Antígono I (general y uno de los sucesores de Alejandro Magno). Demetrio decidió asediar la isla con 40.000 hombres, pero el asedio, que duró un año entero, no obtuvo el fin deseado. Tras recibir el apoyo del ejército de Ptomoleo, los rodios no sólo salieron victoriosos, sino que vieron como sus atacantes se retiraban dejando abandonado gran cantidad de material militar. Así es como surgió la idea de construir el Coloso. Con las ganancias obtenidas en la venta del material, Rodas decidió construir un monumento a Helios (dios del Sol) que sirviera para conmemorar la victoria y demostrar su poder. La obra, dirigida por el escultor Cares de Lindos, fue ejecutada entre los años 292 y 280 a. C.
El monumento pretendía convertirse en el gran emblema de la isla, objetivo que fue logrado a pesar de que la escultura logró mantenerse en pie tan sólo cincuenta y cuatro años. En el año 226 a. C., un devastador terremoto que asoló la ciudad partió la estatua a la altura de las rodillas. Este desgraciado incidente, lejos de dar al traste con las intenciones de los rodios, provocó que todas las conjeturas acerca de cómo era el monumento o dónde se ubicaba hayan alimentado su leyenda a lo largo de los siglos.
Sobre una base de mármol blanco, se asentaba una escultura de 30 metros de altura formada por planchas de bronce que revestían una estructura construida con hierro y piedra. El coloso representaba a Helios, desnudo, portando una capa sobre su hombro o brazo izquierdo, mirando hacia el Este y sosteniendo una antorcha en una mano y una lanza en la otra. ¿Era exactamente así el Coloso de Rodas? No lo sabemos. Es tan sólo una de las posibles descripciones a partir de los diferentes textos que han llegado hasta nuestros días, como el de Plinio el Viejo en su Naturalis historia (Historia natural). Precisamente el texto de Plinio es un ejemplo de la enorme dificultad que entraña definir cómo pudo ser la escultura al dios griego. El escritor romano, que vivió durante el siglo I de nuestra era, habla del Coloso cuando éste ya está en el suelo, donde permaneció durante casi un milenio (hasta la invasión árabe en el 654 d. C.).
La imagen del Coloso que todos tenemos en mente, y como casi siempre se ha representado, es la del dios situado sobre la bocana del puerto, con las piernas abiertas, de modo que las embarcaciones pudieran pasar por debajo. Sin embargo, los últimos estudios se han puesto de acuerdo en señalar que dicha estructura no sólo no habría podido mantenerse en pie (se habría hundido por su propio peso), sino que habría implicado la necesidad de bloquear el acceso al puerto durante demasiado tiempo. Por ello plantean que, con toda probabilidad, la estatua no tenía las piernas abiertas y se situaba en el interior de la isla, en la Acrópolis, sobre la colina que hay detrás del puerto. Lo cierto es que, si esta conclusión es acertada, es muy decepcionante respecto a la imagen legendaria que ha llegado hasta nuestros días; aunque no deja de ser un monumento espectacular (casi tan alto como la Estatua de la Libertad) que debió despertar la admiración de las embarcaciones que navegaron por la zona.
Es muy probable que la escultura, al caer sobre la ciudad, fuera responsable de gran parte de los destrozos producidos por el terremoto. Para ello tenemos que dar por válida la hipótesis de que su ubicación era el interior de la isla y no la entrada al puerto. De haber sido así, habría caído sobre el agua y sus restos no habrían permanecido a la vista durante tanto tiempo. Los rodios declinaron el ofrecimiento de Ptomoleo III, que les propuso reconstruir el monumento (un oráculo les había dicho que su destrucción había sido voluntad de los dioses), probablemente temerosos de otro fatal desenlace.

Aunque estemos hablando únicamente del Coloso de Rodas, no está de más recordar que las Siete Maravillas del Mundo Antiguo no dejan de ser una elección caprichosa sin ningún criterio que pueda presumir de objetivo. También conviene señalar que la lista considerada hoy «oficial», coincidente con la de Antípatro de Sidón (siglo II a. C.), no es la única confeccionada, y que en cada una de las listas han entrado y salido lugares y monumentos bajo las preferencias e intenciones de cada autor. De hecho, la lista de Antípatro es la misma que la de Aristóbulo (siglo IV a. C.), historiador y arquitecto, que no pretendió otra cosa que resaltar la grandeza de Alejandro Magno describiendo las maravillas que contenía su imperio.
Como dato curioso, hay que decir que Rodas está indirectamente relacionada con otra de las siete maravillas, en concreto con el Mausoleo de Halicarnaso. Mausolo, que fue quien mandó construir para sí mismo el también legendario monumento funerario, tomó el control de la isla en el 357 a. C. La palabra mausoleo, «sepulcro magnífico y suntuoso» en la definición de la RAE, debe su existencia a Mausolo.

El Coloso de Leone


En el año 1961 se estrenó El Coloso de Rodas, una coproducción entre Francia, Italia y España. La película, dirigida por el conocido Sergio Leone, es una resultona patada a la historia que fue rodada en diferentes lugares de España como Asturias, Cantabria, Segovia (Granja de San Ildefonso) y Cuenca (Ciudad Encantada). Perteneciente al género conocido como péplum (cine «histórico» de aventuras), ha envejecido con previsibles y notables dificultades, pero es una película entretenida que «se deja ver». Entre sus escasos méritos está el de contribuir a la difusión de la imagen más conocida del Coloso, aunque con una característica adicional: disponer de un mecanismo que arroja fuego sobre cualquier embarcación que pretenda entrar (o salir) sin permiso. La idea puede parecer peregrina, pero da mucho juego.
 

Historia y leyenda


El Coloso de Rodas forma parte de la historia por ser una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo, pero no sabemos casi nada de él. Tanto es así, que bien podemos afirmar que, de todo cuanto se ha dicho a lo largo del tiempo, hay mucho más de leyenda que de historia (característica que comparte con el resto de maravillas desaparecidas). Incluso hay quien se ha atrevido a cuestionar su existencia, extremo que a todas luces carece de sentido. No parece probable que nuevos hallazgos arqueológicos arrojen luz sobre los enigmas que envuelven al Coloso, aunque nunca se puede descartar. Así las cosas, seguiremos disfrutando de una de esas leyendas que incitan a soñar. Eso sí, siempre dispuestos a aceptar que alguien, en algún momento, demuestre una vez más que las cosas, en realidad, fueron de otro modo

miércoles, 11 de septiembre de 2019

Los dioses que descendieron del cielo (02)

Textos hindúes

Si en los textos anteriores se delineaban ideas respecto de la movilidad aérea de “Dios/dioses”, los antiguos textos hindúes son un auténtico manual sobre naves voladoras.

Máquinas voladoras

En los antiguos textos sánscritos se pueden encontrar numerosas menciones de unas míticas máquinas voladoras que podían desplazarse por el aire a grandes velocidades llamadas vímana o pushpaka.

Estos vímanas o pushpaka, aunténticos carruajes aéreos, son nombrados en textos como el Ramayana y el Bhágavata-purana (SRIMAD BHAGAVATAM). Dentro de la categorización de textos hindúes, los Puranas (‘historias antiguas’) y el Ramaiana, forman parte de los Itijasa (iti-ja-asa: ‘así-realmente-fue’, historias), que es el nombre que reciben los textos sánscritos no directamente filosóficos.

En las páginas del Ramaiana, gran poema épico hindú atribuido el poeta Valmiki, se encuentran alusiones a carros voladores que habrían sido utilizados en el curso de las guerras entre los dioses del panteón hinduista, con el nombre de pushpakas:

Mientras se iban desarrollando estas cosas, Rama, el Kakutsida, le dijo a Vibhishana: «Ocúpate de procurarme un pronto regreso a mi ciudad. El camino a Ayodhyá es muy difícil de recorrer». A lo que respondió Vibhishana: «Hijo de monarca de la Tierra, yo cuidaré que te conduzcan a tu ciudad. Hay un carro llamado pushpaka, carro incomparable, resplandeciente como el Sol y que marcha por sí mismo. Montado sobre ese carro, él te conducirá sin inquietud hasta Aiodhiá.

Tras estas palabras Vibhishana llamó urgentemente al carro parecido al Sol, acompañado por su hermano y por la ilustre videhana, encendida de rubor. El raghuida, ya montado, le dijo a Sugriva: «Apresúrate a subir en el carro con tus generales, Sugriva. Sube también con tus ministros, Vibhishana, monarca de los rakshasas. Al instante, Sugriva con los reyes de los simios, y Vibhishana con sus ministros, llenos de alegría, montaron en el gran carro pushpaka.

Cuando todos estuvieron embarcados, Rama ordenó al vehículo que partiese y el incomparable carro de Kuvera se elevó hacia el mismo seno de los cielos. El carro volaba como una gran nube empujada por los vientos. Desde allí paseando su mirada por doquier, el guerrero descendiente de Raghú, dijo a Sita la mithiliana, la del rostro bello como el astro de la noche: «Mira, ya veo el palacio de mi madre… ¡Ayodhyá! ¡Inclínate ante ella, Sita, mi videhana, hete aquí de regreso!».

Apenas la muchedumbre, presurosa, les vio llegar como un segundo sol y con tan rápida marcha, el aire fue rasgado con potentes gritos de alegría, lanzados por ancianos, mujeres y niños. Todos gritaban: «¡Aquí está Rama!». Bharata, pasando de la tristeza a la alegría, se acercó, con las manos juntas y honró a Rama: «Sé bienvenido», pronunció, con el respeto que le merecía su hermano. Pero éste se apresuró a alzarlo, lo apretó contra su pecho y lo estrechó entre sus brazos con alegría.

En el Bhágavata-purana (SRIMAD BHAGAVATAM) podemos encontrar las siguientes menciones:

(Pag 81/82) Kardama sonrió dulcemente a su esposa y le dijo: “Así sea”. Con su poder de yoga, Kardama creó un vimana, un palacio aéreo flotante, con maravillosos jardines, lagos y flores y pilares pletóricos de joyas y sillones cubiertos con brocados y sedas…

Con una sonrisa, tomó la mano de su esposa y la llevó al vimana. Éste se elevó hacia el espacio y pronto estaban viajando a la velocidad del viento.

(Pag 737/738) De todos los Devas, el más fácil de complacer es Shiva-Mahadeva. Así, el gratificó la penitencia realizada por Salva, preguntándole qué deseaba. Salva le pidió un Vimana (un carruaje aéreo). Éste debía ser indestructible por los Devas, los Asuras, los seres humanos, los Gandharvas, las serpientes y los demonios. También debía poder viajar por donde él quisiera, ya sea por la tierra, el aire o el agua… El carruaje recibió el nombre de Saubha y fue entregado a Salva…

Sentado en su nuevo carruaje, Salva hizo correr una verdadera lluvia de flechas y de piedras. También cosas tales como serpientes y animales sanguinarios traídos de las montañas, todo ello, era volcado hacia la ciudad desde su carruaje… Dicho carruaje estaba un momento en el aire, y al siguiente momento descendía sobre la tierra; luego, cuando nadie podía seguir sus huellas, golpeaba desde el aire.

El Ramayana también menciona que:

(Pag 304) Ravana envió a buscar su extraordinario carruaje aéreo y montado en él, cruzó el océano y se adentró en el continente para dirigirse a la morada del poderoso rakshasa Maricha (hijo de Tataka)…

(Pag 400/401) En una recámara, Hanuman vio una nave aérea hecha de flores suspendida en el aire, el cual había pertenecido alguna vez a Kuvera, el tesorero de los semidioses. Aunque Kuvera era el hermanastro de Ravana, éste le había robado el aeroplano de flores, y lo conservaba en su palacio como un adorno, además de utilizarlo en viajes de placer junto a sus reinas.

Deseando hacer un reconocimiento de la espaciosa habitación, Hanuman saltó a esa nave de nombre Pushpaka, desde el que tenía una mejor visibilidad. Aunque era de noche, él podía ver bien, pues la luz de la Luna brillaba a través de las ventanas, reflejándose en las paredes enjoyadas, e iluminando el palacio entero.

(Pag 515/516) Después de un festín de frutas y miel de los árboles en el camino, una multitud de monos se encaminó a Ayodhya. Al día siguiente, Rama y Sus acompañantes abordaron el Pushpaka que alzó vuelo. Avistaron así desde el aire a la Madre Ganga y después al río Sarayu…

Haciendo un vuelo final hacia la ermita de Bharat, Sri Rama pidió que el mando de la nave Pushpaka retornara a Kuvera, reparando así la ofensa que le había hecho Ravana.

(Pag 527) Pasado un tiempo, el rakshasa Sumali se encontraba en busca de un esposo para su bella hija Kaikashi, cuando vio a Kuvera, quien estaba volando en su deslumbrante vehículo celestial Pushpaka, pues iba a visitar a su poderoso y refulgente padre Vishrava.

(Pag 534) La nave mística, Pushpaka, que Ravana había arrebatado a su propio hermano Kuvera, se asemejaba más a una ciudadela flotante que a una carroza volante, pues contaba con numerosas mansiones doradas, decoradas con coral, sostenidas por pilares majestuosos.

(Pag 553) Habiendo acontecido este intenso hecho, Rama escuchó una voz celestial, y cuando alzó su mirada hacia el cielo, vio la carroza Pushpaka que le decía: “Yo retorné donde Kuvera como tú me ordenaste, pero el señor de la riqueza me dijo: ‘debido a que Rama ha conquistado a Ravana tú le perteneces.’ Como ves, he sido enviado de vuelta por Kuvera para estar a tu servicio, por favor acéptame sin dudarlo.” Rama adoró a esa nave viviente con ofrendas de flores, incienso, pasta de sándalo y dijo: “si yo alguna vez necesito tu servicio te llamaré y te harás presente, pero mientras tanto estás libre para moverte como te plazca.” Habiendo recibido esta indicación Pushpaka partió a su propio arbitrio.

El Vymaanika-Shaastra (‘escritura acerca de los vímanas’) es un libro escrito por Pandit Subbaraya Shastry, un medium quien según declara, se lo habría dictado el Maharshi Bharadvaja, gran sabio del periodo védico de fines del II a mediados del I milenio AEC, en sesiones entre 1919-1923.




El texto originalmente escrito en sánscrito, fue traducido y publicado en 1952 por G. R. Josyer. Tiene 3000 slokas (versículos) en ocho capítulos. La edición inglesa de 1973 incluyó ilustraciones de T. K. Ellappa, dibujante técnico de la facultad de ingeniería de Bangalore, bajo la dirección de Shastry.

En el Vymaanika-Shaastra se menciona que:
“…Un aparato, que se mueve por fuerza interior, como un ave, ya sea en la tierra, en el agua o en el aire, se llama Vimana… que se puede mover en el cielo, de lugar a lugar… de país en país, de mundo en mundo… es uno, llamado Vimana por los sacerdotes de las ciencias…“

En algunos lenguajes modernos de la India, por ejemplo en guyaratí, la palabra vimania significa ‘avión’.

Fuente:
Ramayana: versión de Bhaktivinod Aloy y Harinam Ashram, junto con Gopinath Gaudiya Math Bhagavata-purana (SRIMAD BHAGAVATAM): versión de Om Sri Ganeshaia Namaha y Om Namo Narayanay